La muerte lamentable de varios miembros de una familia en Alcalá de Guadaira, por una intoxicación alimentaria de origen aún desconocido, ha levantado no pocas ampollas, no pocos comentarios, no pocas indignaciones. Con razón.
La pobreza a la que se está llegando en España, en Europa en general, (y en el mundo desde hace mucho tiempo ya), tiene un origen. Tiene un principio, luego tiene un culpable. Esta situación de paro se dá unida a la ligereza con que los poderes públicos se toman las cifras, obviando lo que debería ser inolvidable y prioritario: las personas que esconden detrás de cada número.
Cuando hablamos de familias en riesgo de exclusión social, de lo que hablamos en realidad es de familias que, sin más ingresos que las ayudas sociales( en el caso de los privilegiados), tienen que hacer cábalas para pagar una media del 25% de dichos en ingresos en luz, agua, gas y transporte; y poder comer todos los miembros de esas familias con el 75% restante. Y dejando de mencionar la mayor cuantía de todas, la de la vivienda. ¿Quién de nosotros podría?
A los dirigentes españoles les gusta mirar a Europa, menos cuando dichas comparaciones no nos benefician. Miremos a Europa.
Reino Unido, Francia o Alemania. Países espejo del resto en lo social y en lo económico. ¿Cómo enfocan ellos el llamado Bienestar Social? De muy diferentes formas, pero con un nexo común: una parte de la sociedad vive ayudada y sostenida por el Estado. Cuando se llega a un límite de carencia, el Estado se pone en marcha para, de muy diversas formas, ayudar a los ciudadanos. Y eso que hablamos de países que, de ninguna manera, pueden ser considerados socialistas ni no capitalistas. Las ayudas sociales-tengan los requisitos necesarios que cumplir que sean- ahondan en el bienestar que consideran mínimo: el sostenimiento de vivienda, calefacción y luz. Además de disponer de normativas que impiden, por ejemplo, echar a las familias morosas a la calle, en momentos específicos, como el invierno. Los más agraciados tienen, incluso, legisladas ayudas para los menores, con una educación pública, como método de inserción de aquellos menos favorecidos.
En España, con la luz que ha subido un 104% desde 2002, hasta convertirse en la tercera más cara de la UE, solo adelantada por Grecia e Irlanda, (curiosamente, miembros de los PIGS, y con rescates bancarios de por medio).Con un panorama así, me cuestiono la honorabilidad o no desde otro prisma.
Como decía en su blog Sebastián de la Obra, al final quieren que creamos que somos los responsables de nuestro destino. Yo opino que nos han inculcado, hasta grabarlo en nuestro ADN, una suerte de «Sueño americano» a la inversa… Nos han convencido sin fisuras de que la responsabilidad última por nuestra propia situación es, simplemente, nuestra. El Estado que es España ha derivado su propia responsabilidad hacia su ciudadanía. Nos ha convencido de su falta de responsabilidad, de una forma tal que aceptamos esa falta de responsabilidad con estoicismo. Los que luchamos, lo hacemos pidiendo, exigiéndole, el papel fundamental que no desean, pero que tienen.
Cuando los medios de comunicación han cubierto la noticia de la familia muerta en Alcalá de Guadaira, han descrito a la familia como «indigente». Han hablado de su necesidad perentoria de buscar en los contenedores la comida. Lo cual, parece ser, es incierto. Los familiares se han molestado por esta circunstancia, y muchos han recitado un mea culpa, por no haberse cercionado antes de estos hechos y haber corrido la noticia sin verificar, dándola como cierta. La rigurosidad ha pasado a segundo plano con la intención de sacar un titular. Y hasta ahí, de acuerdo.
Muchos han visto en esta familia, la figura del mártir detonante que provocara la explosión que hiciera estallar este sistema por los aires.Ciertamente, muchos vimos en esta desgracia la oportunidad,(en absoluto deseada), para que todos nos viéramos reflejados. Antes o después, el hambre y la necesidad nos va a llegar, de seguir así las cosas. Ya nos llega, de una forma más indirecta. Pero, no lo vemos. A veces necesitamos del mártir para tomar la plaza Tahir española. Un empuje. La necesidad está causando estragos. En Grecia ya se mide en años probables de vida. Nos alimentamos mal, y eso nos pasará factura en un futuro no lejano. Nos medicamos mal, o dejamos de medicarnos. Gracias al repago, muchas personas se ven abocadas a dejar tratamientos por encima de sus posibilidades. Han renacido enfermedades que creimos erradicadas. Nos cuidamos menos en muchos aspectos de nuestra vida, por lo que la esperanza de vida está bajando.
Este padre de familia, fontanero fué excluído del sistema por el sistema mismo y no es mas que un reflejo de lo que pasa a nuestro alrededor contínuamente. Con casi seis millones de personas en paro, lo cual afecta, al menos, a unos quince millones más, hay millones de historias particulares las cuales, sumadas, conforman la Historia real. Sus familiares apelan a la honorabilidad vulnerada, al no ajustarse a la verdad algunos hechos descritos en las noticias. Pero, yo me pregunto. ¿Y si hubiera sido así? Imaginemos, por un momento, que este padre de familia se levantara cada mañana a las siete, cogiera su antigua furgoneta de trabajo, y que, mientras sus hijas se iban al colegio a continuar con sus estudios- con una gran esperanza de que las cosas pudieran cambiar de un momento a otro, que esta gran estafa llamada crisis acabara como acaban las malas pesadillas- y se marchara a recoger cartones, hierro, o las miles de cosas que, aún hoy, solemos tirar a la basura, pero pueden ser recicladas. Supongamos que, cada tarde, llegara extenuado, después de patearse una ciudad en busca de un sustento. Supongamos que hubiera agotado todas las precarias prestaciones que la Junta de Andalucía y el Estado proporciona. Supongamos que, con esos gastos de mantenimiento de su hogar, tuvieran que recurrir a los deshechos de supermercados y mercados. Supongamos que, puesto que los poderes públicos no garantizan estos mínimos, tienen que buscar el sustento diario de esta forma… ¿Significa eso que esta familia habría perdido la honorabilidad? No. Decididamente, eso le haría aún más honorable. Alguien que, antes esta situación, no tira la toalla, ya tiene ganado el mérito. La dignidad no lo da el dinero. El sistema ha intentado, con muchísimo éxito, me temo, inculcarnos el precio de la dignidad. Y la Dignidad no es eso que nos venden. El hecho de que alguien, cada día, se levante con ganas y fuerzas de luchar por su vida, merece el mayor de los respetos. Creemos que el respeto y la dignidad la ostentan personas que conducen coches maravillosos, visten trajes de marca, cuelgan joyas de sus orejas y viajan a sitios éxoticos. Hemos confundido la respetabilidad con el éxito empresarial. Hemos confundido honorabilidad con cargos políticos, económicos y sociales, con perfiles como los de los señores Blesa, Bárcenas o Urdangarín. Y hemos culpado hasta la saciedad, aquellas personas cuyo único pecado ha sido el de querer integrarse en este sistema.
La honorabilidad… ¡Qué tergiversados han sido estos conceptos!… Nos autoculpamos de los fracasos, cuando el facaso solo es del sistema mismo. Nos autoculpamos de la pobreza. Nos avergonzamos. Y los únicos que tendrían que tener vergüenza son aquellos de cuyos actos se derivan estos otros. Y los demás, cuando vemos la vergüenza ajena, nos hacemos los ciegos, los sordos, los mudos- como los monos sabios de Sanzaru- Y para no avergonzarles, les dejamos solos en su vergüenza. Creo que no debemos compadecernos, sino luchar con ahínco contra la tiranía del sistema al que no le duelen sus ciudadanos.